viernes, 3 de agosto de 2012

El Infierno

Miró la fotografía y recordó lo que le hacía sentir su sonrisa.

Espero que esta vez si pueda lograrlo. Dijo mientras dejaba la fotografía en su escritorio.

Cada vez que programaba la fecha, recordaba las palabras de su socio “es imposible cambiar el pasado”.

Se preguntaba si era cierto o era una de las frases románticas que acostumbraba usar y que le ayudaban a tener éxito con las mujeres.

El viaje duraba un instante, prácticamente un parpadeo y aunque lo había realizado muchas veces, siempre sentía un hueco en el estomago al bajar de su maquina. Aunque probablemente, no era el viaje lo que lo hacia sentirse así.

Dejó la maquina lejos de la que fue su casa. Seguía sintiendo un hueco en el estomago, como si supiera que no importara que hiciera, los resultados serían los mismos.

Caminó unos veinte minutos y llegó al jardín.  Todo era como lo recordaba. Mal estacionado, había un coche que no era suyo y tampoco era de su esposa. Lo reconoció y apretó el puño.

La puerta estaba cerrada, pero su llave servia perfectamente. Entró intentando hacer el menor ruido posible. Caminar por esa casa le producía un escalofrío, lo odiaba.  Por fin llegó a la recamara principal, la puerta estaba entreabierta.

La vio.

Su esposa, estaba sentada en la cama, a su lado el que había sido su socio, el que le había ayudado a diseñar la maquina con la que cambiarían la historia.

Ella sonreía y el no podía evitar odiar esa sonrisa, ese momento. Sonreía como quien era feliz de nuevo. Ella era feliz cuando el no estaba con ella. Había llegado a hartarse de el, lo odiaba y ahora era feliz con alguien mas pero jamás tuvo el valor de afrontarlo de decirle a la cara que ya no lo quería en su vida, que era momento de seguir adelante.

Apretó ambos puños.

—Lo siento, aun no logro perdonarte.

Retrocedió despacio, se encaminó a la puerta principal. Se detuvo un momento. Sacó de su mochila un martillo y lo dejó a medio camino, visible, desentonando con la escena, como si quisiera que alguien lo encontrara.

Se escondió en la cocina seguro de que nadie lo encontraría.

Apenas se instaló en el lugar desde que vigilaría todo, vio llegar a alguien. Se reconoció.

Cada minuto le pareció una eternidad. Se vio a si mismo entrando a la casa. Recordó la sorpresa y confusión que le provocó ver un martillo a tirado en medio del recibidor.

Parecía que todo se movía en cámara lenta. Se vio abriendo la puerta de su recamara y pudo ver la cara de terror del que fue su socio. Recordó y revivió como fue que hace 25 años, asesinó a su socio con un martillo que encontró tirado. Lo golpeó hasta cansarse, hasta que no podía mas. Su esposa gritaba, lloraba, pero no podía moverse, quizás por miedo, quizás porque prefería morir que seguir viviendo con el.

El jamás pidió una explicación o una disculpa, solo se acercó a ella y comenzó a apretar su cuello con ambas manos.  Parecía que ella sonreía cuando dejó de respirar y el, se soltó en llanto.

Desde su escondite, se vio a si mismo llorando y recordó como se sintió hace 25 años. El también lloró.

Salio caminando. Sabía que nadie lo vería.

Regresó a su maquina, introdujo la fecha y regreso a su tiempo, a su hogar.

El viaje, duró un instante,  sin embargo,  siempre el viaje de regreso le parecía mas pesado.  Aun cuando había visto el asesinato completo, y había estado horas fuera de casa, regresó 10 minutos después de que partió. Le gustaba ausentarse solo 10 minutos. Era una manía que tenía.

Tomó de nuevo la fotografía de su escritorio.

—No lo logré, pero espero que mañana pueda perdonarte, quizás mañana logre hacer ruido, o llegar antes para evitar que seas descubierta. Quizás mañana pueda perdonarte y no deje el martillo a medio camino. Si, mañana podré lograrlo y entonces, todo podría ser diferente, volverías a estar de nuevo conmigo. Te arrepentirías, verías que soy bueno e intentarás estar de nuevo conmigo. Pero eso será mañana, hoy estoy demasiado.

El no entendía que había creado su propio infierno. Que con cada viaje el revivía su recuerdo y jamás lograría perdonar a su esposa. Y era ese momento en el que tomaba fuerza aquello que le dijo su socio cuando crearon esa maquina infernal.

Es imposible cambiar el pasado.

 

jueves, 5 de julio de 2012

yo vs el empleo

Puedo decir, sin temor a equivocarme, que ya no me gusta trabajar. No me gusta, incluso creo que odio ir a trabajar. No me malinterprete usted, querido lector, digo querido lector, porque creo, estoy casi seguro, que solo es uno el que me lee, quien sigue visitando este blog a diario con la esperanza de encontrar material nuevo, y quiero creer que se marcha desilusionado al no encontrarlo. Y no me justifico, pero ya no logro encontrar ese gusto por escribir diario, por tirar palabras e ideas y ver quien construye otra cosa con ellas.

Pero no nos desviemos, lo que intento decir, es que no me gusta tener empleo. Antes, cuando yo era joven y creia todo lo que me contaban, pensaba que un empleo era una forma de contribuir a la sociedad. Yo tenía la idea de que ir a una oficina durante mas de 8 horas diarias, era mi forma de poner un granito de arena, de mover la economía de contribuir al PIB nacional y lograr que creciéramos seis por ciento anual. Pensaba que si me esforzaba mucho mucho, lograríamos pronto ser la siguiente potencia, dejaríamos de ser una economía emergente, ya no seríamos, mas, ese país de pobreza y desigualdad económica que hemos sido desde que nos conquistaron los españoles.

Yo estaba equivocado. Mi primer empleo fue en una empresa francesa que nos pagaba la tercera parte de lo que le pagaban a un canadiense o a un estadounidense. Me enteré que gracias a eso despidieron a bastantes personas de los vecinos países del norte pues hacíamos lo mismo por un tercio del precio.

Pero esa no es la razón por la que odio los empleos.

Haciendo a un lado el tema de las prestaciones inexistentes, los salarios bajos, los proxies en el trabajo que te impiden navegar por la world wide web y comunicarte con otras culturas y enriquecer tu vida, el problema del trabajo es que me sofoca.

Yo mismo me metí la idea de que programar es un arte y por lo tanto yo soy un artista. Y a un artista no puedes decirle a que hora pintar, a que hora esculpir, a que hora crear.

Me encanta programar, re-usar código, transformarlo, optimizarlo, destrozarlo, descomponerlo, reconstruirlo, compartirlo, tirarlo a la basura, jurar que es la última vez que empiezo desde cero el mismo proyecto, terminarlo y descansar.

Descansar o cambiar la rutina. No ir siempre a la fondita, no comer siempre de 2 a 4, desvelarme, jugar videojuegos viejos y nuevos, visitar otro estado y hasta vivir en otr lugar.

No se ve bien en un curriculum que cambies de trabajo cada tres meses y desde luego, mis detractores me han dicho que soy inestable, inmaduro, incapaz de sentar cabeza, de ser serio y organizado, que jamás podré llegar lejos porque carezco de orden y estructura. Y no pretendo cambiar el mundo, claro que no. Que los oficinistas sigan disfrutando su hora del cafe, el cotorreo con las compañeras, el vestir de traje o camisa para ir a trabajar. Que se emocionen porque ya llevan 10 años en el mismo puesto. Y que gracias a ellos el dueño de la empresa puede pasear, comer cuando quiere, visitar otro estado, vivir.

No me gustan los empleos porque me tengo que levantar a las seis y media para llegar a las nueve y que no me regañen, y ya son las 3:20 y no voy a dormir bien y no podré hacer una siesta a las 4 de la tarde porque en las oficinas no está buen visto dormir porque cuando uno duerme corre el peligro de soñar y ya sabemos que los sueños, suelen ser peligrosos. Sobre todo cuando se cumplen.

jueves, 24 de mayo de 2012

Que se preocupen los demás

Cuando era más joven, cuando tenía menos años, me gustaba analizar todo lo que pasaba. Analizaba lo que me decían, lo que callaban, la forma en que miraban y hasta los chistes de los que reían. Creia saberlo todo, me equivocaba casi siempre.

Me gustaba planear, me gustaba saber que pasaría mañana. No podía con la incertidumbre, tenía que saber, tenían que tener respuesta a preguntas que a veces no existían. Así era antes y pensaba que era lo correcto.

Aun no estoy seguro si las personas cambian o si somos iguales toda la vida. Es cierto que algunos eventos impactantes pueden modificar nuestro comportamiento, pero no estoy seguro si se modifica o solo presentamos un rasgo que ya teníamos y nos negábamos a mostrar. Esto para decir que he cambiado. Aun me gusta analizar o hacer que alguien analice por mi. Les presento situaciones, fragmentos de momentos que he vivido y pregunto ¿tu que opinas?
Escucho sus respuestas, agradezco y las olvido.

Ya no me gusta preocuparme tanto por lo que va a pasar mañana o por lo que pasó ayer. No creo en el destino ni en la suerte, estoy consiente que los errores que cometa hoy pueden repercutir mañana, sin embargo, ya no pierdo el sueño pensando si lo que dije estuvo bien, si me equivoqué, si estoy en el camino correcto.

Parece que fue ayer cuando compré el ok computer por menos de 100 pesos, sin proponermelo han pasado mas de 14 años, cuando mi única preocupación era si la conexión de internet me permitiría bajar una o dos canciones por noche. Ya no me preocupo , a diferencia de aquel viaje MXL-DF en automóvil , esta vez si voy disfrutando el camino. Cuando llegue a mi destino sabré si era el bueno o me equivoqué pero como dicen coloquialmente, lo bailado ya nadie me lo quita.

Salud.

sábado, 25 de febrero de 2012

Todos mal

Yo he trabajado en muchas empresas distintas. Si ha sido porque soy muy malo o porque soy muy bueno, es una cuestión muy subjetiva y cada quien lo evalúa de forma distinta.  He trabajado en muchos lados y gracias a eso he podido conocer personas de todos lados. De distintos estados de la república, de distintos países y desde luego, de distintas escuelas.

No confio en los estereotipos. Nada de lo que se dice es verdad. He trabajado con personas de la UAM, de la UNAM, del Tec. de Monterrey y desde luego, del IPN. Todos piensan distinto, todos abordan los problemas de manera distinta, todos pierden ( de vez en cuando ) el tiempo, de manera distinta.

En la vida cotidiana, ninguna de las personas con las que he trabajado, ataca abiertamente a las demás solo por ser de alguna escuela. Al final de cuentas lo único que importa es el desempeño laboral Si claro, hay bromas, hay chistes, que si el burro, que si tu estudiaste en el vas si quieres. Cosas que quedan en segundo plano a la hora de los trancazos.

Por eso me sorprende aun ver personas que dicen: "Las escuelas privadas son mejores que las públicas" y no, no lo digo porque haya visto el documental de Loret, lo digo porque hace poco pasó. Pasó que alguien dijo que las escuelas privadas son mejor, que las escuelas públicas son un asco. Es una opinión y yo respeto las opiniones sin embargo me parece risible y bastante tonto que lo diga alguien en cuya empresa solo hay personas de escuela pública, toda la fuerza laboral de esa empresa se basa en personas cuya educación técnica fue adquirida en escuela pública. ¿entonces por qué los contrataron? ¿cobramos más barato? ¿somos más obedientes? ¿nos quejamos menos? ¿exigimos menos?

Como dije, he conocido personas buenas y malas de muchas escuelas de este país. Todos sabemos que el que es perico, donde quiera es verde.

Lo que aun no logro entender es como siguen existiendo personas que hablan, hablan y hablan sin detenerse un momento a pensar.

Pero bueno, cada quien.