Puedo decir, sin temor a equivocarme, que ya no me gusta trabajar. No me gusta, incluso creo que odio ir a trabajar.
No me malinterprete usted, querido lector, digo querido lector, porque creo, estoy casi seguro, que solo es uno el que me lee, quien sigue visitando este blog a diario con la esperanza de encontrar material nuevo, y quiero creer que se marcha desilusionado al no encontrarlo. Y no me justifico, pero ya no logro encontrar ese gusto por escribir diario, por tirar palabras e ideas y ver quien construye otra cosa con ellas.
Pero no nos desviemos, lo que intento decir, es que no me gusta tener empleo.
Antes, cuando yo era joven y creia todo lo que me contaban, pensaba que un empleo era una forma de contribuir a la sociedad. Yo tenía la idea de que ir a una oficina durante mas de 8 horas diarias, era mi forma de poner un granito de arena, de mover la economía de contribuir al PIB nacional y lograr que creciéramos seis por ciento anual. Pensaba que si me esforzaba mucho mucho, lograríamos pronto ser la siguiente potencia, dejaríamos de ser una economía emergente, ya no seríamos, mas, ese país de pobreza y desigualdad económica que hemos sido desde que nos conquistaron los españoles.
Yo estaba equivocado. Mi primer empleo fue en una empresa francesa que nos pagaba la tercera parte de lo que le pagaban a un canadiense o a un estadounidense. Me enteré que gracias a eso despidieron a bastantes personas de los vecinos países del norte pues hacíamos lo mismo por un tercio del precio.
Pero esa no es la razón por la que odio los empleos.
Haciendo a un lado el tema de las prestaciones inexistentes, los salarios bajos, los proxies en el trabajo que te impiden navegar por la world wide web y comunicarte con otras culturas y enriquecer tu vida, el problema del trabajo es que me sofoca.
Yo mismo me metí la idea de que programar es un arte y por lo tanto yo soy un artista. Y a un artista no puedes decirle a que hora pintar, a que hora esculpir, a que hora crear.
Me encanta programar, re-usar código, transformarlo, optimizarlo, destrozarlo, descomponerlo, reconstruirlo, compartirlo, tirarlo a la basura, jurar que es la última vez que empiezo desde cero el mismo proyecto, terminarlo y descansar.
Descansar o cambiar la rutina. No ir siempre a la fondita, no comer siempre de 2 a 4, desvelarme, jugar videojuegos viejos y nuevos, visitar otro estado y hasta vivir en otr lugar.
No se ve bien en un curriculum que cambies de trabajo cada tres meses y desde luego, mis detractores me han dicho que soy inestable, inmaduro, incapaz de sentar cabeza, de ser serio y organizado, que jamás podré llegar lejos porque carezco de orden y estructura. Y no pretendo cambiar el mundo, claro que no. Que los oficinistas sigan disfrutando su hora del cafe, el cotorreo con las compañeras, el vestir de traje o camisa para ir a trabajar. Que se emocionen porque ya llevan 10 años en el mismo puesto. Y que gracias a ellos el dueño de la empresa puede pasear, comer cuando quiere, visitar otro estado, vivir.
No me gustan los empleos porque me tengo que levantar a las seis y media para llegar a las nueve y que no me regañen, y ya son las 3:20 y no voy a dormir bien y no podré hacer una siesta a las 4 de la tarde porque en las oficinas no está buen visto dormir porque cuando uno duerme corre el peligro de soñar y ya sabemos que los sueños, suelen ser peligrosos. Sobre todo cuando se cumplen.